Mes: diciembre 2012
A la mujer de la armadura brillante
Cada vez que te recuerdo acuden a mí tus palabras de mujer valiente:
“No Justa, eso no es como tú dices, y además, lo sabes. Sólo tienes que decirte a ti misma la verdad”.
“Paula, ya he sacado brillo a mi armadura. Mañana, la primera batalla y mañana, ya es hoy”.
Se enfrentó a su verdad como Ella era. Sin ruido, con naturalidad y sencillez. Y no puedo pensar en ti, Mi Querido Ángel sin que mis ojos goteen tristeza y dolor.
Quisiera hablar de Esperanza pero para eso estás Tú, para animar a quien pose sus palabras en el albor de tu alma.
Ahora, mientras mi armadura se oxida y va cayendo poco a poco, la tuya brilla esplendorosa en el jardín de tus lugares mágicos y estelares.
Sabes, querida mía, que siempre te admiré por ser como eres. Hoy te quiero un poco más por enseñarme, enseñarnos tu generosa sonrisa de nieve.
Quisiera mandarte toda mi energía y que tú me mandases la tuya por el puente eterno anclado en el firmamento de los Dioses.
Hoy mis ojos están nublados. No tengo tu valentía pero sé que cuando estemos frente a frente, brillarán tanto como lo hacían los tuyos en el universo de nuestro poema.
Es otoño y tú no estás, aunque en mi boca se dibuje una y mil veces tu nombre y en mi corazón estés cada día acompañando mi anodino caminar.
Es otoño, un otoño raro, de palomas mensajeras, de flores perdidas en el camino que, Tú desde allá arriba, me envías para que sepa que estás aunque no estés…
JUSTA CAÑIBANO PALMERO