Ya no hay veraneos como los de antes que comenzaban a finales de junio y acababan en septiembre. Luego, su banda se estrechó limitándose a dos meses escasos, más tarde, a uno y, hoy, ni se sabe.
El verano aparece troceado a lo largo de los doce meses. Cuando quieres desconectar, ya has de volver a la rutina. El estío se muda a unos días en primavera que viajas a un paraíso que, en esa época, es mucho más barato.
Los días en invierno son cortos pero sirven para deslizarte unas horas por cumbres inmaculadas.
Un fin de semana loco en el que precisas un día más para perderte y olvidar.
También se necesita algún día para saborear la ciudad, hacer un papeleo imprescindible y, finalmente, unos días al sol de un verano que ha quedado tan mermado que apenas le respiras.
Dicen que son las hipotecas las que asfixian aquellos largos veranos, pero es que los ritmos han cambiado, las necesidades de abarcar un todo para llegar a una nada son tan exageradamente reales que el cuerpo casi llega exhausto al fin proyectado.
Yo soy de esas personas que trituran el tiempo de ocio para que dé más de sí y echo de menos esos pingues estíos en que terminaba desconectando de tal manera que, cuando volvía, mis ojos descubrían la rutina con placer. Todo me resultaba novedoso e inquietante; hoy el primer pensamiento que se me cruza es decirme “Si parece que fue ayer”
No me ha dado tiempo a apagar el interruptor que oxidaba mis neuronas, cuando ya estoy de vuelta. Una tibia nostalgia del ayer, un dolor al sentir como arranco las raíces que apenas hace diez días las sumergí en agua para volver a echar hojas y posteriormente florecer.
… No me dio tiempo a respirar el salitre, a bañarme en el rumor de una ola pues debía volver al asfalto, a la gran ciudad que ya tampoco descansa; ya nadie la abandona más de una semana seguida.
Decimos que volvemos satisfechos, ¿qué vamos a decir? Al menos somos dadivosos con nuestras mentes y tratamos de susurrarlas que han tomado un pequeño aperitivo, el suficiente para continuar, pero en el fondo es mentira; sólo nos quedará el poder de la imaginación para soñar en aquellos días que fueron infinitos.