El peligro y el perdón

Érase una vez un muchacho de unos veinticinco años, maleducado y cuyo gesto admitía pocas bromas; es más, nunca le vi sonreír.

Hace un mes vi de lejos alguien en una silla de ruedas. Daba vueltas a las ruedas con gran esfuerzo, pero con determinación. Cuando lo tuve cerca cuál fue mi triste sorpresa que era el muchacho grosero, sin embargo, según pasó junto a mí me dio los buenos días. Nada dije, estaba impactada, pero al rato lo volví a encontrar y le pregunté:

-Me derrapó la moto y fui a dar contra “el quitamiedos” de la carretera. Me salvé de milagro-esta última frase me la dijo con una luz en la mirada henchida de alegría.

Ayer volví a encontrármelo. Se acercó feliz con una enorme sonrisa; iba todo él encorsetado caminando muy despacio, pero con voluntad y decisión.“¿Has visto?” Me dijo mientras me acompañaba hasta el portal y trataba de abrirme la puerta.

Ya no es aquel chico que parecía perdonarte la vida al pasar por tu lado; la moto había modificado su actitud ante el mismo, ante los demás.

El valor del esfuerzo…

Hoy no puedo dejar pasar mi comentario de los miércoles, sin dar mi opinión ante el notición que escuché a primera hora de la mañana.

La reforma del bachillerato, que entrará en vigor en el curso 2008/09, trae una novedad: “Los alumnos de 1º podrán pasar a 2º con la mitad del curso aprobado”.

Me quedé pegada al receptor con la esperanza de haber escuchado mal, o de que le periodista hubiese tergiversado la información. Cualquier cosa, menos aceptar la idea de que el esfuerzo y el aprendizaje son cosas que poco o nada tienen que ver.

El esfuerzo, no es una condición, es el resultado de un proceso en el que intervienen la familia, la escuela y la sociedad, pero ¿sabemos cómo hacerlo?

¿Cómo se fomenta el esfuerzo, nace por sí solo? ¿Hasta cuando vamos a permitir que la derecha o la izquierda, en este país, utilice la educación como arma arrojadiza y formule reales decretos, que durarán lo que dura la legislatura?

El esfuerzo es un valor en crisis y depende del grado de motivación y de confianza o esperanza en el futuro. Nuestros chicos están perdiendo la capacidad de soñar en horizontes que merezcan la pena, inmersos como están en el materialismo y la mediocridad cultural.

No hay ninguna teoría del aprendizaje que yo no conozca que no relacione el esfuerzo y su influencia en el nivel de éxito o fracaso.

Los padres damos a nuestros hijos más de lo que necesitan, y así adormecemos su voluntad y su garra. Los profesionales de la educación, sabemos muy bien lo que significa “sacar adelante” a un alumno que dice abiertamente, que no le gusta estudiar porque no ha experimentado la satisfacción que supone el esfuerzo y la conquista del saber.

Como sigamos así, no me cabe duda que esta magnífica profesión también entrará en una grave crisis y cada vez tendremos menos personas dispuestas a entregarse con vocación y de verdad a la noble y digna tarea de educar y conducir.

Queridos oyentes, disculpadme el pesimismo, pero es que hoy ya casi no puedo más.

Escribo sobre mi tierra…

Escribo sobre mi tierra, porque deseo ser confundida con el ocre de sus suelos, con el amarillo de sus campos sin segar, y con el verde intenso de sus primaveras.

Escribo sobre mi tierra, porque me gusta ver el gris que comienza en su horizonte y que me atrapa con fe hacía ninguna parte. Escribo sobre mi tierra, porque a fuerza de ser mía se me había alejado demasiado, se me ha confundido con otras; acolchadas, pero no mías, que me vieron llorar sin consuelo al norte de mis ojos, como una mujer, temiendo que el mundo se acabara para ella.

Ahora te escribo y te rezo, tierra mía, más mía que nunca, más pura que antes, más luminosa y más perfecta. Cuajada de pájaros que vuelven, pletórica de luz que contamina mi alma de dicha y de ternura, de música de flauta travesera y de gloria celestial.

Que escriba sobre mi tierra, dices? No, sólo quiero cantarla, sólo quiero poseerla y que me posea, yo a ella y ella a mí, porque de ella nací y a ella vuelvo.

Porque si no estoy, lloverá el agua partida en mil pedazos y no podré mojarme mi vestido, y no saldré a andar con mi único cuerpo saludando a los árboles del cielo y de la tierra.

Cuando yo muera, quiero que el sol ilumine mi alma, cansada de quererte tierra mía, que me convierta en semilla y en abono, con mis huesos adentro, en tus entrañas.

Que me riegue tu agua transparente, con el mismo amor y sutileza que una madre amamanta a su pequeño. Y que me nazca, Tierra mía , que me nazca cada primavera convertida en pan, en alimento y esperanza.

Justa Cañibano Palmero A mi querida Tierra de Campos

Buscame

Y cuando el aire busque mi oido adormecido,

y lo reciba preñado de tu voz

y en sus fibras florales y nocturnas se teja el entramado de tus versos

y tus hijos se expandan por el aire de un abril que exhala su agonía,

cuando llegue esa hora:BUSCAMÉ.

Yo estaré en cualquier sitio de tu espacio-puedes estar segura-

en el puesto de helados ambulante,

a la vuelta, en la esquina de tu casa

en el sabor de tus floridos platos,

en la quietud de tu preciosa casa,

dentro del coche que a caminar te ayuda.

Yo estaré-quizás puedas oirme-Es la noche del parto que esperabas,

yo seré la partera de tus coplas

insensata, versatil y madraza,

ungiendo tu mirar,respetuosa,

palpitaré bajo la tienta de tu casa,

electrocardiograma inalterable

del latido nocturno de tu voz.

BUSCAMÉ:

Con un poco de suerte

mi sombra va a encontrar un lugarcito

en la segunda fila de tus versos

intranquilos sin estrenar, inéditos.

Y podre descansar en la frescura,

de tu particular peregrinaje,

madrina eventual reflexionando

por la quietud que a veces me acompaña.

Te lo dije:

siempre estarás presente- aunque no estés-

allá donde tus versos toman cuerpo

y se encarnan como pueriles dioses humanos:Desnudos de si mismos,

allí siempre estaré

para poder arropar otro poema,

y arrebujar con celo tus afanes

y descolgar el telar lleno de polvo

con el lienzo tejido de mi AMOR.

 

JUSTA CAÑIBANO PALMERO

Veraneo de mentira

Ya no hay veraneos como los de antes que comenzaban a finales de junio y acababan en septiembre. Luego, su banda se estrechó limitándose a dos meses escasos, más tarde, a uno y, hoy, ni se sabe.

El verano aparece troceado a lo largo de los doce meses. Cuando quieres desconectar, ya has de volver a la rutina. El estío se muda a unos días en primavera que viajas a un paraíso que, en esa época, es mucho más barato.

Los días en invierno son cortos pero sirven para deslizarte unas horas por cumbres inmaculadas.

Un fin de semana loco en el que precisas un día más para perderte y olvidar.
También se necesita algún día para saborear la ciudad, hacer un papeleo imprescindible y, finalmente, unos días al sol de un verano que ha quedado tan mermado que apenas le respiras.

Dicen que son las hipotecas las que asfixian aquellos largos veranos, pero es que los ritmos han cambiado, las necesidades de abarcar un todo para llegar a una nada son tan exageradamente reales que el cuerpo casi llega exhausto al fin proyectado.

Yo soy de esas personas que trituran el tiempo de ocio para que dé más de sí y echo de menos esos pingues estíos en que terminaba desconectando de tal manera que, cuando volvía, mis ojos descubrían la rutina con placer. Todo me resultaba novedoso e inquietante; hoy el primer pensamiento que se me cruza es decirme “Si parece que fue ayer”
No me ha dado tiempo a apagar el interruptor que oxidaba mis neuronas, cuando ya estoy de vuelta. Una tibia nostalgia del ayer, un dolor al sentir como arranco las raíces que apenas hace diez días las sumergí en agua para volver a echar hojas y posteriormente florecer.

… No me dio tiempo a respirar el salitre, a bañarme en el rumor de una ola pues debía volver al asfalto, a la gran ciudad que ya tampoco descansa; ya nadie la abandona más de una semana seguida.

Decimos que volvemos satisfechos, ¿qué vamos a decir? Al menos somos dadivosos con nuestras mentes y tratamos de susurrarlas que han tomado un pequeño aperitivo, el suficiente para continuar, pero en el fondo es mentira; sólo nos quedará el poder de la imaginación para soñar en aquellos días que fueron infinitos.

Carta abierta a mi querida Juana

Seguro que tu hija María, es inteligente, adorable, tierna, y que sé yo cuantas cosas más, casi perfecta, pero te sucede que con ella estás casi siempre al borde del agotamiento, con el corazón en un puño por las que arma cuando tú no estás delante. Su cuarto se parece peligrosamente a uno de esos bazares, en donde se puede encontrar de todo y en un desorden casi perfecto.

Y que me dices de tu hijo David, es responsable, noble, sensible, pero también terco y respondón, especialmente a la hora de las comidas, un experto campeón en inventar las más variopintas excusas para no terminar nunca.

Es decir, dos hijos completamente normales, pero provocadores y que casi seguro, un poco culpables de tus cefaleas materno – filiales. Situaciones de discusión y desobediencia suceden en todas las casas. Los hijos necesitan desafiar a sus mayores, bordear los límites disciplinarios y en definitiva, oponerse a cualquier normativa.

Sin embargo, y aunque lo sabemos, no resulta fácil aguantar en esos momentos los nervios.

¿Qué puedes hacer para no tener que pasarte media vida peleando con tus hijos? Existen algunas pautas que nos ayudan a manejar con acierto estas situaciones, lo que hemos de hacer en un momento de agotamiento y cefaleas paterno-filiales.

  • Cuida el estilo general de las relaciones sin esperar a los momentos críticos. Quizás quienes te rodean puedan convertirse en invitados, a los que desde luego no gritarías, ni tampoco lanzarías un comentario con intención de hacerles daño.
  • Premia, estimula, alaba, instaura un estilo en casa que tenga más que ver con el estímulo que con la amenaza, y el mejor estímulo que existe es la palabra y el gesto amable.
  • Valora también los esfuerzos y las mejoras, no esperes que su conducta sea perfecta, diles que valoras sobre todo, el esfuerzo.
  • Una buena recomendación para el comienzo de curso que está a la vuelta de la esquina. Más importante que la mochila, las zapatillas o el uniforme, es preparar al niño con firmeza, cariño y compresión. Los estudios son su oficio, y nunca un buen profesional, dejó las cosas a medias.

Querida Juana: tus hijos tienen un pedazo de madre, no te preocupes, no cambies, no pierdas los nervios, lo demás lo irás viendo con paciencia, poco a poco.

Veinte lunas de algodón y leche

Cae la voz en el vacío mientras una puerta entorna tu presencia…

Has partido a tus hazañas de madurez con la sonrisa prendida en esos ojos de mirar verdosos y esperanzados.

Me has dicho adiós con el cargamento de poesía que eres capaz de proyectar en tu mirada sin pronunciar ni una sola palabra.

Las manos han caído sobre mi cuerpo amanecido y mi corazón ha rebosado de ti.

Carne de mi carne, sangre de tu sangre, te he sentido tan libre que una minúscula lágrima traicionera se ha escapado del rebaño.

Mi niño chico, mi niño grande, que mis pechos amamantaron su sed de vida, te veo marchar en pos de tu senda.

Con la mochila al hombro, recto como una vara, alto como árbol frondoso y bien plantado, cruzas océanos que nos distancian veinte lunas de algodón y leche.

Antes, te has vuelto para fundirte en el calor del claustro materno; retomar raíz como buen cazador.

¡Adiós, Madre!… Hasta luego, mi vida.

Cae la voz en el vacío mientras una puerta entorna tu presencia…

Bienvenido a la vida

En este año que nos has nacido,

Quisiera…

Acorralar el mundo con todas mis palabras

Siendo muralla mi voz para tus labios,

Para las leves cicatrices,

Para el dolor que te podrá asaltar

Cuando tu tibia piel apenas aletee.

Quisiera…

Ampararte en tu cuna,

En tu sol amarillo del verano,

En el diminuto arco de tus labios

Y en la redonda curva de tus pequeñas manos.

Quisiera…

Cubrirte todo

Para guardarte dentro de tu alma

Y no dejarte al aire

Tiritando, desnudo, tan pequeño…

Acunarte despacio, Niño Blanco.

Aquí nos tienes, Álvaro,

Para quererte siempre,

Para sentir el tintineo de tus días,

Para crecer, agradecer y amar contigo

La extraordinaria sensación de bienvenida.

Acunarte despacio, Niño Mío,

Y envolverte

Con el cariño sincero de mis humildes versos.

Dedicado a Álvaro Ballester

Nacido el 29 de septiembre de 2009

La unidad por la cultura

“Hay espíritus para los cuales ciertas imágenes conservan un halo de privilegio que no caduca”. De Carmen Cazurro a Godofredo Garabito

Hoy, pretendo rendir un merecido homenaje, desde mi RECREO, a dos figuras insignes de las letras vallisoletanas que despiertan en mí, de igual manera, admiración y orgullo por la amistad que nos une, y sobre todo, porque los dos son el claro exponente de lo que supone la unión de culturas igualitarias.

Al aire de su aire vuela desde sus Montes Torozos, trazando en el espacio una autopista, que le conduce hasta una parte de su Valladolid del alma que transcurre en Puerto Rico; allá donde Colón marcó el camino de ida, y donde Carmen Cazurro, entre letras, lenguaje y poesía, trata de establecer un puente eterno que recorre sin detenerse a repostar. “La nieta del alcalde, como le gusta decir a Godofredo, ha sabido conjugar como nadie, el dolor de una España cruel, difícil y vertical, en los albores de la tragedia sobrevenida en la persona de su abuelo, con otra España límpida, próspera y culta, colmada de sonetos “De amor en azul”, que Godofredo escribiera un día, para ser cuidadosamente recogidos en la revista literaria “Brisas”, que ella fundara en 1996, y que actualmente dirige desde su cátedra de Puerto Rico.

Como corolario afectivo de lo antedicho, dejadme recordad aquí, a la insigne figura de Antonio García Quintana, alcalde de Valladolid, padre de Teresa y abuelo de Carmen, porque ALLÁ donde se encuentre, se escucha una sinfonía perfecta, entre su legado y la actualidad más añorada por él: LA UNIDAD POR LA CULTURA.

 

Justa Cañibano Palmero.

Comentario leído por su autora en “Onda Cero Radio Valladolid”,