La educación es una tarea intrínsecamente optimista, porque parte de un presupuesto esencial “el ser humano puede aprender, puede mejorar”. Quien niegue esta premisa, debería cambiar de profesión porque destruye la entraña misma de la educación.
Fernando Savater, dice que sin optimismo podemos ser domadores, pero no buenos educadores. Y explica que el optimismo es tan necesario en educación, como el agua para los nadadores.
La educación pierde su efecto, cuando el educador cree que ya no puede más. Y un buen educador puede más, y siempre espera que llegue el momento milagroso del cambio de perspectiva.
Ya sé que es difícil la tarea, ya sé que nadie aprende si no quiere; porque el verbo aprender, igual que el verbo amar, no se puede conjugar en imperativo; ya sé que hay problemas, ya sé que cada día se presentan nuevas dificultades, cada vez hay más demandas sobre la escuela, nos invade la filosofía de la cultura neoliberal; hay alumnos cuasi objetores, padres cuasi inspectores, chicas/os cuasi seductores, legislaciones cuasi en vigor. No es de extrañar que algunos de mis colegas, acudan cada mañana al trabajo, flagelándose de mil modos y maldiciendo su suerte y la tarea cotidiana que realizan. Pensando que los alumnos de hoy, no quieren aprender, los políticos no saben gobernar, los colegas, no quieren esforzarse, las familias no desean participar.
Estimadísimo enseñante:
No es razonable ver sólo los agujeros del queso. Admiro profundamente a las personas, a quienes la experiencia les ha hecho más sensibles, entusiastas y comprometidos. En el mundo de la educación, es necesario ser optimistas, por pura lógica, porque cualquier alumno, en cualquier momento se te entrega tan generosamente, que compensan de los esfuerzos acaecidos hasta entonces. Y ¿Por qué madre que me escuchas cada martes no vas a ser tú la agraciada? Esto no sólo es posible, sino también muy probable.
Sólo te lo tienes que creer tú, hacer que tu hijo también se lo crea, dejando al profesor con su trabajo. Este es el principio optimista que cura y sana las actitudes de los hijos que hasta ahora, no lo tenían demasiado claro.