Tu barca y mi puerto

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca.

Educar es lo mismo que modelar con las manos la cera del alma.

Educar es pensar, pesar, medir, equilibrar, soñar, contar, cantar…

Todos los que nos dedicamos a este noble oficio, tenemos algo de marinos, escultores, trovadores, equilibristas, ingenuos, soñadores, poetas, piratas… porque estamos embarcados en el navío de la vida, donde van nuestros niños del alma, surcando mares, arribando puertos, caminando siempre hacia el horizonte más cercano, dejando ante el mundo la impronta de su ser y de su estar.

Barca blanca que enarbola su bandera rodeada de ángeles pequeños de ruidos y de fantasmas.

Niños grandes que sienten, piensan, hablan y aman.

Padres que miran, ojos que acarician las miradas y así mecidos por las olas y arrullados por el viento, llegarán lejos, muy lejos por el agua, hacia puertos distantes, hacia islas lejanas, soñando con descubrir la vida, su vida, el pedacito de cielo reservado para ellos en el abismo infinito del espacio.

Hoy mi recreo desde vuestro San Viator del alma, colegio ilustre donde los haya, os envío mi esperanza de soles y nieve, de sonrisas y llantos, de atardeceres y encantos, mecida en vuestra barca, enarbolando la verde bandera de vuestro canto.

Desde aquí, mi beso y agradecimiento, dejando en vosotros, la huella precisa y esperando acompañaros siempre, vestida con la risa de vuestra intensa y balsámica palabra.

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