Al Cristo dormido

¡¡Calla!! Mi Cristo yacente no sabe que va muerto

y un golpe de corneta lo despierta.

Camina lento, sudoroso, rasgando el aire y abriendo en su mirada una estela de luz y de esperanza.

Aquí no se detiene el cristo para escuchar la saeta, aquí sólo el cielo clama en el silencio;

Pies descalzos, cirios encendidos, tu cruz y la mía van juntas calle abajo.

Su madre, la vera cruz, lo acompaña en platerías, marchan los dos entre cascadas de  murmullos, y mis ojos se pasman de tanta belleza.

El ritmo de los tambores conectan con los latidos de mi corazón y siento una paz infinita.

Ancha, rancia y sobria es mi Castilla

serena y dolorida camina erguida y enlutada, sintiendo en Santa Cruz el momento esplendoroso del encuentro y mi cristo yacente vuelve a su urna de plata a conectar sus sueños con los míos, y a dormitar hasta la madrugada.

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